lunes, 29 de abril de 2013

PÁDUA FERNANDES cálcio



HAY ALGO DE LA POESÍA DE PÁDUA FERNANDES que me recuerda a La sonrisa de Hiroshima de Eugen Jebeleanu, quizás la poesía que nace de los peores abismos e intenta renovar un aire contaminado por los horrores del siglo XX, y los que todavía siguen. De allí que para salvar a los muertos que ni siquiera fueron reconocidos como tales, hay que salir a buscar un habla que juegue al límite con un lenguaje canalla, y que más tarde lo exceda fabricando el Golem biopoético. La justicia de los elementos: La rebelión de un cuerpo sólo hecho de fracturas. Juntar materia aleatoria en esos retazos, el Cálcio ya no maldito, el Cálcio renovado desde la garganta-mandíbula y por el toque mágico de cierta palabra poética. Cálcio que puede batallar simientes de lo siniestro, y de ese modo, salvar a los muertos. A las futuras generaciones salidas de la cárcel de los propios huesos, o de la de sus padres en algún lugar enterrados o carcomidos: Falta la piel / que cubra los vientos / y los convierta en un cuerpo / entero de rebelión. Una nueva piel para los huesos de la poesía actual; la estructura ósea de una comunidad grande biopoética, espacio de encuentro, compromiso y la solidaridad entre los vivos de acá, y de más allá.

Julián Axat


NOTA: Cálcio obtuvo en 2011 el Premio Gobierno Minas Gerais de Literatura, en la categoría poesía.


Libros de la talita dorada,
Colección Los detectives salvajes / 15
Edición bilingüe.
City Bell: De la talita dorada, 2013. 104 p.
ISBN 978-987-1918-05-8

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